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Santa Mari La Juaricua, el experimento social de Jorge Baca


Gentrificación es un término que Jorge Baca ha reclamado para una nueva Santa. Se refiere al proceso de transformación de un espacio urbano en decadencia, a partir de su reconstrucción con edificios más altos que los ya existentes. Son recursos que se repiten una y otra vez en las películas y que se han convertido en un emblema de quienes se sienten desplazados por la mancha urbana y que parecen vivir en oasis que de pronto comienzan a secarse. Los vecinos abandonan sus barrios y se reinstalan en los alrededores de la ciudad. Donde ellos vivían de pronto es ocupado por gente de mayores ingresos económicos y lo que antes conocían como hogar, simplemente desaparece.

Jorge Baca, un artista visual egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, cayó en la cuenta de que los vecinos necesitaban su heroína. Alguien que tomara el papel como protagonista de la historia, pero dentro de la ciudad de México. No teníamos superhéroes disponibles, pero sí otra mitología con la que la gente podía contar. Salía de su herencia religiosa. Bajo la forma de una santa a la que llamó La Juaricua. La Juaricua, quizá por ser originaria de la Juárez.

Su discurso no pudo ser más adecuado a lo que yo había estado siguiendo. Fenómenos supuestamente sobrenaturales,  ya sean objetos voladores no identificados o apariciones extraordinarias, que pueden ser explicadas como histeria colectiva.

No es que una obra de arte haya generado ya este fenómeno, -sería interesante saber qué sucede más adelante-, pero sí podría ilustrar muy bien el cómo de las apariciones marianas y también el de los santos.

Se adapta al surgimiento del culto a Jesús Malverde, “el santo de los narcos”, muy venerado sobre todo al noroeste de México y del cual no existen registros históricos, pero que tiene rasgos muy similares a los de Pedro Infante y Jorge Negrete, los ídolos del cine mexicano. Según Elijah Wald, porque basándose en ellos, Carlos García, un vecino del dueño de la capilla en que veneran al santo, pidió que hicieran su figura.

Pero también se adapta muy bien al fenómeno cultural, -a su propia escala, claro-, de la veneradísima Virgen de Guadalupe. Su idea también era servir como vehículo a nuevas ideas, representó a los indígenas en el universo peninsular que los estaba consumiendo culturalmente y con el tiempo tomó vida, generó milagros y se abrió su propio camino. La Juaricua también ha hecho milagros, nos dice Jorge Baca.

Incluso cabe aquí la comparación con lo que en mitología judía llamaron “golem”. Un ser modelado con materia inanimada al cual se le insufla una chispa divina. No es la creación de alguien cualquiera, sino la forma en que se expresa la propia santidad y su sabiduría. El creador es pues, un artista. Es un dios capaz de dar a luz otros dioses.

Crear dioses en México no es algo nuevo, llevamos siglos haciéndolos y somos una de las naciones más fecundas y ahora también, exportadoras de dioses. Y esos dioses muy bien pueden ver la luz en algún modesto taller de la colonia Juárez.



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