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El Mijis, la discriminación y el Ad Hominem


Pedro César Carrizales Becerra es un expandillero y activista originario de San Luis Potosí. Transitó por el mundo del crimen y las drogas pero actualmente ayuda a los jóvenes en situación de calle a través de su colectivo, el Movimiento Popular Juvenil (no confundir con el Movimiento Juvenil Popular de Chile).

Actualmente es diputado local electo para su estado por el Partido del Trabajo, desde la coalición Juntos haremos historia y ha provocado toda clase de impresiones en las redes sociales. Algunas de ellas fuera de lugar y francamente discriminatorias. Se le critican sus tatuajes, su forma de hablar y también su forma de vestir.


Eso dice mucho de las carencias que tenemos como sociedad y que son claros indicadores de los rezagos culturales que tenemos. Todavía al día de hoy mucha gente piensa que los tatuajes son un impedimento para la donación de sangre y en muchas empresas se discrimina a quienes los portan.

En pocas palabras, que alguien luzca tatuajes o se le critique por la forma de hablar o vestir es nada más que una variación del ad hominem, una forma por la que se conoce en lógica al argumento engañoso que viene de dar por sentada la falsedad de una afirmación tomando como argumento a su emisor.

Cuando un argumento es válido, se puede rechazar refutando la idea y no recurriendo al ataque personal. Si esto sucede es muy probable que no se cuente con elementos para rechazarla y que exista un interés particular que nada tenga que ver con la idea. En este caso se deben agudizar los sentidos, porque es más que posible que se quiera manipular la opinión.

Ahora bien, seamos escépticos. Como expandillero, se vuelve probable que Pedro Carrizales sí haya cometido delitos. Hasta donde sabemos estuvo involucrado en riñas, fue herido con arma blanca y arma de fuego y también fue acusado. No tiene antecedentes penales, y se debe presumir su inocencia, pero eso no equivale a decir que la probabilidad de que haya delinquido sea nula. Sobre todo en México, donde más del 90% de las veces el delincuente se saldrá con la suya.

Lo mismo sucede con otros políticos mexicanos. Lo que llevó a ganar la mayor parte de los votos en estas elecciones no fue una propuesta clara y concisa o un verdadero proyecto, sino el hartazgo de la mayor parte de la población, que creyó ver en un partido de reciente creación a un grupo de aspirantes políticos que no han sucumbido a la corrupción (altamente debatible, por supuesto).

Pero lo que es cierto es que hemos visto cómo políticos en puestos clave y desde las más altas esferas del gobierno, terminan llenándose los bolsillos de dinero y salen impunes. Esto debería dejarnos una gran lección: No es igual hablar de justicia que hablar de leyes. La razón es muy sencilla, no toda ley es justa.

En México, cualquier ciudadano que busque un cargo por elección popular, puede tenerlo. Pedro César lo obtuvo por derecho y esto no debería suponer un problema, siempre y cuando cumpla con su deber y se encuentre apto.

Debería preocupar más que en una república los legisladores deberían tener el control sobre el gobierno, y presidentes y gobernadores deberían ser su voz. Pero se comprende al revés. Es el presidente electo quien busca tomar las riendas del país e intenta tener el control del congreso invitando a los votantes a dirigirse a las urnas y sufragar en favor de una sola opción, algo que se ha cumplido.

La intención del próximo presidente es que no exista oposición a su proyecto, y esto se acerca peligrosamente a la definición de una dictadura.

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