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Sobre la "equidad desigual" o mi problema con el “feminismo” estridente


Mi familia se sostuvo durante dos generaciones por mujeres. Mi abuela y, eventualmente, mi madre daban las instrucciones. Generalmente las obedecíamos, a veces no. Nunca me dijeron que no golpeara a las mujeres. Pero me dijeron que no tenía que golpear a nadie a menos que tuviera que defenderme. Especialmente mi madre, me decía, “Haz lo que se te dé la gana mientras estudies y no le hagas daño a nadie”.

Comprendo el concepto del patriarcado en papel. Lo entiendo y se dibuja de manera elegante en La Rama dorada de Frazer cuando menciona que las civilizaciones agrarias tienden a tener divinidades femeninas mientras que las guerreras se inclinan por las masculinas. Sin embargo, en una sociedad militarista como en la Espartana las mujeres disfrutaban de un mayor rango de actividades respecto a, la flor de la civilización griega, Atenas con una divinidad femenina como patrona. Hay que estar en guardia ante los modelos. Pero no entiendo al patriarcado opresor y la “supuesta” vulnerabilidad femenina. Sencillamente porque aceptar el trato diferenciado a las mujeres, solo por su sexo, me parece condescendiente y que va en contra de la equidad de género. Ahí fallan las estridentistas en exigir el trato diferenciado que anula la lógica del equilibrio, que aún es una aspiración lejana, en la convivencia diaria.

Es visible la incomodidad que sienten las mujeres al andar en la calle. Es obsceno el mirar de muchos hombres. También molestan los piropos groseros ¿Pero demandar a un taxista y no al dueño de un restaurante por la misma palabra empleada? No me parece digno de linchamiento pero tampoco congruente. Pero aquí surge, en mi opinión, la clave. Es un problema de desigualdad social que puede ser visto como una estructura con dos horrorosas columnas: Carencia de educación (cientificista, ética y artística) y de concentración de la riqueza (bajos salarios y corrupción en todos los niveles).

Tomemos un caso. Hace casi dos años Joaquín López Dóriga se vio envuelto en un escándalo de chantaje cuando según declaraciones de la empresaria Asunción Aramburuzabala, quien en Wikipedia aparece como Vicepresidente del Consejo de Administración de Grupo Modelo y miembro del Consejero Propietario de Banamex- Citigroup entre otra media docena cargos de importancia empresarial, el “periodista” intentó extorsionarla en un asunto inmobiliario a cambio de no perjudicarla en su noticiero. No sé si usted, amable lector, recuerde cuántos meses pasaron para que López Dóriga fuera borrado de Televisa, y aunque ello se combinó con la crisis económica que atraviesa la televisora es notable que su condición de mujer no haya influido. No fue eso. Fueron los contactos y los recursos económicos que se poseen. Si hubiese sido una persona “x”, un “asalariado” o una “naca” ¿Qué habría pasado? De haber sido un poderoso empresario varón el resultado habría sido el mismo. 
Pero ¿Siendo mujer se está más inseguro en México? Vamos a los números. Según el informe anual 2015 del  Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) presentado en agosto de 2016. De un total de 26,898 casos, del fuero común, 7.184 corresponden a mujeres. Es decir un 24%. Los hombres son el 73.3%. En términos de edad el 60.9 % de los desaparecidos tenía entre 15 y 39 años. Más del 25% son jóvenes entre 15 y 29 años. El 60.9% de los casos se concentra en Guerrero, Veracruz, Tamaulipas y Coahuila. ¿Qué nos dicen los números? Primero que el problema de la desaparición se observa con mayor incidencia en estados donde el narcotráfico florece ya sea por su condición fronteriza, de distribución o producción. Que son lugares donde no vale la pena estudiar o trabajar de manera legal. Porque siendo jóvenes entre 15 y 29 años, en un período de plenitud física y que debería ser de estudio y preparación, la escuela parece una ingenua pérdida de tiempo. Lo cual es un problema que afecta a toda la población. En algunos ámbitos más a los niños, ancianos, discapacitados, padres o madres solteras, trabajadores, analfabetas, huérfanos y un largo y sombrío etcétera.

Las raíces de los problemas no están en la debilidad o fortaleza de un sexo respecto al otro. Están distribuidas en otras conductas. Quiero mencionar algunas.

Se consumen drogas aun sabiendo que con ellas se financia al crimen organizado que decapita, viola y secuestra. No me importa si mi diversión vulgar propicia la existencia miserable de otros. Nuestras autoridades corruptas se benefician de mercancías que por si mismas no son nocivas y de hecho podrían ser muy útiles. Porque se recortan los programas de estudios para que se aprenda solo lo suficiente para trabajar en un Oxxo. Porque se procrea indiscriminadamente pensando en el “Ya dios, dirá” y se derrochan recursos y desperdician cerebros embutiéndoles crucifijos, vírgenes y demás supersticiones. Porque se cree que un solo hombre en la presidencia arreglará todo no importando que dicho mesías, por muy honesto que sea, viene acompañado de animales de rapiña. Estaría bueno hacerse responsable de nuestras propias acciones. 

Pan, techo, libros y solidaridad deben ser un objetivo para todos.


Mtro. Ángel Escamilla
Proletario de la pluma, administrador de Unión Mexicana Atea y colaborador para Argoff TV.

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